La hazaña del Lago Ilmen
- alvarogd89
- 29 ene 2023
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Un frio helador, gélido cuanto menos, azotaba nuestros cuerpos. Cuarenta gados bajo cero marcaba aquel 10 de enero de 1942 el termómetro ¡increíble! Sin embargo, allí seguíamos los españoles, firmes como una vela, en formación, recibiendo las ordenes de nuestros superiores. Unas ordenes claras y concisas, a las que estábamos ya acostumbrados. Con los esquís cruzados en la espalda y abrigados hasta las cejas, el capitán Ordás nos miraba tranquilamente de reojo y sabia perfectamente que éramos los hombres encargados para aquella misión. El aire encogía todos los miembros, todos menos los huevos, el frio se nos metía en el cuerpo e incluso nos hacia temblar ligeramente, pero temblábamos solo de frio. Y allí, cuando el sol tímidamente hacia aparición, los 206 españoles encargados para la misión concluíamos al unísono con una ¡Arriba España!
Tres días antes, el 7 de enero, una gran ofensiva soviética en el frente norte, es decir, el nuestro, hizo replegarse a los alemanes. El 140º Regimiento de infantería y el 71º batallón de esquiadores del IX Ejército soviético habían aniquilado casi por completo a la 290ª División de infantería alemana del XVI Ejército alemán. La retirada de los alemanes fue un desastre y ahora apenas quedaban 550 hombres del capitán Pröhl, junto a algunos rusos blancos, resistiendo en Vsvat, junto a la desembocadura del rio Lovat, al sur del lago Ilmen. Habían conseguido refugiarse en un vado y resistir, cercados por unos 3000 soviéticos, con la vaga esperanza de que llegasen refuerzos.
Temerarios y sonrientes, anticomunistas y españoles hasta la medula, los 206 españoles, hombres de honor todos ellos, a las ordenes del capitán Ordás, caminaban lentamente debido al espesor de la nieve y al frio. Un frio que calaba en los huesos. Las armas en guardia y los esquís a la espalda, con carámbanos en la barba y en las cejas, los españoles avanzaban firmes y sin miedo alguno ante la tarea suicida que se les había encomendado. Aunque hacía 40 grados bajo cero, estaban ya en la boca del lobo y sabían que iban al infierno, a combatir contra el mismísimo demonio. Algunos tiritaban bajo el azul Mahón de la camisa que llevaban bajo el uniforme alemán, pero todos avanzaban. No había tiempo para pensar ni para lamentarse, todos sabían lo que tenían que hacer, para eso habían entrenado este tiempo y ahora era el momento. Atrás quedaban sus esposas e hijos, atrás quedaba una España en paz y habían venido aquí en busca de un mundo mejor. Solo tenían en la mente las ordenes encomendadas mientras el crucifijo que colgaba del rosario se pegaba en la piel o acompañaba, a modo de decoración, el arma que les guiaba.

Tras un costoso viaje, los españoles se paran un momento alertados por un destacamento español que venía en trineo de hacer una rueda de reconocimiento. A lo lejos ya se oían algunos disparos. El destacamento español advierte de la dificultad de la misión ante tanto hielo, nieve y, sobre todo, frio. Los soviéticos eran muchos y conocían el terreno. Tenían contra las cuerdas a los alemanes. Entonces, los esquiadores sabían que había llegado el momento y descuelgan los esquís de la espalda y se los colocan en los pies. Un frio que pelaba, si, mientras, ya no tan lejos, se escuchaba la triste y agónica melodía de la guerra. Allí, pensaban los nuestros, resistían los alemanes como buenamente podían. Tal era el espectáculo que la neblina y el blanco de la nieve se habían convertido en un lugar gris, en un lugar de muerte y gritos, pero allí resistían aquellos hombres de Hitler.
Gott mit uns leían algunos en sus cinturones mientras miraban al cielo, o lo quedaba de él, pues apenas se veía nada.
—Lo de la hebilla, ¿Qué es? —preguntó un camarada.
—Creo que significa Dios con nosotros. —Zanjó otro.
Y lejos de resignarse, se produjo un silencio y muchos se santiguaron, otros simplemente miraban al frente y otros tocaban ligeramente aquella hebilla que el ejército alemán les había dado. Así, si Dios estaba con ellos, ¿Quién estaba en contra? Mirándose de manera cómplice, cuales chiquillos planeando una travesura, con la convicción de hacer su trabajo y mirando a la muerte de cerca, a la que ya tenían ante sus narices, aquellos andrajosos hombres asintieron ante las ultimas ordenes recibidas y se bajaron las gafas que llevaban sobrepuestas en los cascos y se adentraron en aquel lago. Su misión era clara, cruzar el lago Ilmen, helado a más no poder, y socorrer a los alemanes, romper el cerco y salvarlos. Simple y llanamente.
Las balas, entonces, comienzan a silbar sobre sus cabezas. A medida que avanzaban, como podían, ante esa muralla de acero, bombas y fogonazos de la más vil y traicionera muerte, los nuestros, a duras penas avanzaban y resistían. Esquiando, lo que mejor sabían hacer, ante tanto destello y cubriéndose cuando podían, los divisionarios comienzan a atravesar el lago, sin temor a nada. A pecho descubierto ante un enemigo agazapado y cubierto, disparando a discreción.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, su camarada el invierno causaba estragos, mas aun que la propia guerra. Lejos de ser una operación sencilla, esta se complicó. De los 206 españoles iniciales, unos 102 causaron bajas debido a las bajísimas temperaturas que se dieron mientras estos atravesaban el maldito lago. Aquel día, dentro del lago, en aquella lejana estepa rusa, dios abandonó a todo el mundo pues no quería ni mirar. Poco importaban las hebillas ante 53 grados bajo cero que se registraron aquella jornada. Las balas seguían su curso además de las explosiones. Muchos caían acribillados y, sobre todo, congelados. Otros perdían algún miembro fruto de la congelación. Todo daba igual. Los nuestros seguían cruzando altivos y desafiantes, sonriendo ante tal bella dama como era la muerte. El lago ya era español de por si pues se habían aferrado aquellos locos como si este fuera su patria.
Aun así, debido a la complejidad de la acción, hubo que enviar materiales y médicos y coordinación logística. Además de las balas, la visibilidad y la indefensión, la orografía suponía un obstáculo más, como si la nieve, el hielo y el maldito frio no fueran suficientes. Las enormes placas de hielo suponían un terrible y grandísimo obstáculo a sortear, cosa que hicieron. La misión seguía adelante.
Mientras esto sucedía, las posiciones alemanas estaban muy cerca de las soviéticas y el enemigo se adentraba en territorio alemán de manera muy sencilla. Los alemanes se hallaban solos y resistían como jabatos en el sur de aquel maldito lago.
Sin embargo, el Cuartel General español comunica a los alemanes que cumplirán la misión de socorrerles, a pesar de todo.

El día 11 de enero la División está en pleno lago. Congelados y acribillados, uno tras otro, caen los españoles. Aun así, la operación del Lago Ilmen sigue en pie. El 17 de enero los españoles reciben el apoyo de apenas 40 soldados letones y, aunque los soviéticos eran unos 3000, las fuerzas hispano-letonas rompen la línea enemiga.
Ante tal hazaña, mayor fue el asombro de los soviéticos. Conocedores de aquellas tierras, mejor comunicados, combatiendo en su patria, avanzaban como verdaderos leones. Cueste lo que cueste era el lema de su revolucionaria travesía y costase lo que costase envían dos batallones de refuerzos ¡Dos batallones más! Con ello, se consigue cercar a los españoles. Estos van cayendo, sí, pero consiguen abrirse paso entre las líneas enemigas, dejando impresionados a todos. Llegan, por fin, a las posiciones alemanas. Estamos a 20 de enero de 1942 y el capitán Ordás afirma lo siguiente por radio al general Muñoz Grandes —hemos establecido contacto con tropas alemanas, los deseos de V.E. han sido cumplidos, seguimos luchando.
Tras asegurar el contacto con los alemanes, mantienen la línea a pesar de la escabechina. Poco importaba el frio ya a estas alturas.
De los 206 hombres que partieron hacia la muerte, apenas llegan intactos 12. Unos habían caído fruto de las balas enemigas, otros congelados y otros estaban siendo atendidos, quizá se les estaba amputando algún miembro. En total, cayeron unos 102 divisionarios en aquella temeraria misión que Dios les había encomendado, de los 104 restantes solo 12 llegan ¡Increíble!
El lago, que se había convertido en una rojiza pista de baile, era suyo. Españoles junto a letones y alemanes resisten. Y si el lago era un baile, ellos estaban acostumbrados a bailar con la mas fea. Apenas hubo tiempo para saludar a sus camaradas alemanes y letones, pero todos sabían que tenían a su lado a los españoles. El día 25 el Capitán Ordás, notificándole la situación a Muñoz Grandes, pone de manifiesto la dureza de la batalla nuevamente por radio. En medio de la conversación, el general pregunta al capitán —¿Cuántos valientes quedan? —a lo que el capitán responde —señor quedamos 12 combatientes ¡Viva España!
Gracias a esta acción el Frente del Vóljov se mantuvo estable a pesar del alto coste de sus bajas. Tras ello, unos meses después, será a la División a quien se le encargue la misión del rescate de otros 140 alemanes cercados en Mal Samosje. Una misión que cumplirán también, por supuesto. Sin embargo, en sus guerreras, congelada, se hallaba la enseña nacional llena de orgullo ante aquellos hijos de la patria que una vez más asumieron la difícil misión que el destino les había dado en aquel lago de la muerte, en aquel lago español, ante 50 grados bajo cero como únicos aliados.

Por Álvaro González (@alvaroadpetrum)
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